Las ocho de la mañana… “buenos días”, se oye una y otra vez…
“buenos días”, “holi”, “bueeeenaaaaas”… Y así, al menos, unas cuarenta veces…
es lo primero que se oye cuando entras a la oficina al empezar un día de
trabajo. Las chicas esperamos expectantes… y entonces es cuando entra Él… a cámara
lenta, o al menos así lo vemos… caminando lentamente hacia su mesa, dejando un
halo perfumado… su pelo moviéndose encima de sus hombros… su sudadera,
perfectamente colocada en su torso, hombros y pectorales.
Se sienta… pone en orden todos sus lapices, la pantalla recta... la silla en linea con la mesa... y todas pestañeamos a cámara lenta… suspiramos…
nos miramos con complicidad… y sonreímos. Es el mejor momento del día.
Él es como Tarzán, pero sin el “como”… Come con nosotras, se
ríe con nosotras, habla con nosotras, come gominolas con nosotras… es una más,
pero sin la “una”.
Por la tarde, antes de irnos a casa, se tira a la piscina… se
lanza de cabeza… pero antes, se pone el bañador, y deja ver su cuerpo y sus
abdominales perfectamente definidos. Nosotras, nos asomamos por la barandilla
de la escalera. La piscina esta en el centro de la nave… se hace unos largos… y
sale jadeante… nosotras, en fila a lo largo de la escalera, lo miramos… él no
se da cuenta… pero nosotras no perdemos comba.
Se viste pero no puede porque toda su ropa ha desaparecido. La
nave se ha convertido en una jungla y las escaleras se han vuelto de caña de bambú.
Todo está lleno de lianas y de ramas verdes. El lleva un “taparrabos” de piel marrón
y nosotras, de repente, llevamos un minivestido de piel marrón también… y en
los pies unas sandalias de cuerdas. El va descalzo. De repente nos mira, nos
mira y nos ve… nosotras nos reímos como Vilma y Betty en los picapiedra… y
salimos corriendo a su encuentro. “Tarzán, tráenos frutas, rojas y brillantes”
y Tarzán nos las trae y nos las da en la cesta/polea que tenemos en la casita,
en lo alto de la escalera de bambú… todo es verde y león y elefante y marrón y
tigre y chita y gominola y caimán y… selvático extrem.
Las siete… las chicas nos disponemos a marcharnos a casa,
todo se desvanece como la bruja del este del mago de oz… se derrite… y Él se
levanta de su mesa, con su sudadera, nos dice “hasta mañana” y desaparece tras
la puerta… hasta otro día, hasta el día siguiente.
LO PROMETIDO ES DEUDA...
Por favooooor qué bueno!! yo quiero trabajar allí y verlo a El. Ha sido toda una experiencia..Coni me ha encantado..
ResponderEliminarAurora
Coni, me ha encantado tu trabajo y como lo has descrito. Al empezar a leer, me ha dado algo de nostalgia porque echo de menos esos... buenos días! de los compañeros y a varios de ellos ( sólo eso). Por lo de ese cuerpo "ralentizado", es un cuerpo bonito (las cosas tienen un nombre) pero todos sabemos que no es oro todo lo que reluce. Ah! Cuando era bastante más joven, me preguntaban a que gimnasio iba. Nunca he pisado uno. Trabajar duro, mucho. Un beso!.
ResponderEliminarohhhhh yo quiero uno!!!!! jajajaja... me encanta tu historia Coni no se le puede echar màs imaginaciòn y lo que mas me gusta es lo de las chicas en lo alto de la escalera admirando tamaño cuerpazo....gracias otra vez por compartir con nosotros estas historias tan divertidas, muuuuuak!!!!.
ResponderEliminarjajaja....Coni me he reído un montón con esta historia así como iba leyendo en mi mente sonaba una música y mi imaginación no dejaba de volar.....jajaja....que buen rato me has hecho pasar. Besos Guapa!! (valle)
ResponderEliminarAmbiente idílico el que describes, comparable tan sólo con el anuncio de Coca-Cola, donde el tedio no tiene cabida.
ResponderEliminarHay reciprocidad en la admiración, a veces silenciosa; no siempre son necesarias las palabras.
Todos somos una y uno somos todas.