Estaba rota de dolor. No sabía cómo ocultarlo y decidió irse
a la casita junto al lago. Su dolor era tan grande, que su piel se había
llenado de bultitos blancos, por la cara, los brazos, las piernas… y todo el
cuerpo. Se había puesto su chándal rojo cubriendo toda su cabeza con la capucha…
y se había ido a la casita… junto al lago.
Cada lagrima que derramaba era un bultito blanco nuevo…
estaba desesperada… no sabía qué hacer. Dejó sus maletas en el porche y se
dispuso a dar una vuelta.
Caminando por el bosque, se rozo la cara con una rama de un árbol,
reventando uno de los bultitos blancos, llenando su cara de ojos negros
diminutos como si fuesen insectos. Le dolía toda la piel… y toda el alma. Su corazón
estaba destrozado, aniquilado. Sus pensamientos no fluían con naturalidad, pensaba
y pensaba a cada instante… “hubiese sido todo tan diferente”… “¿Cómo podre
soportar esto?”… “¿Cómo podre superarlo?”… pensaba una y otra vez… atónita, con
la mirada perdida… sin podérselo creer.
Se volvió a la casita y se miro en el espejo… su aspecto era
de los mas aniquilador… veía como iban saliendo bultitos nuevos constantemente…
hasta lavarse la cara le dolía. Se puso el pijama y se le escapo un grito del
dolor que le producía el contacto de la tela con la piel… “no podre ni
acostarme” se decía una y otra vez. Salió al porche a tomar el fresco a ver si
se aliviaba su dolor, pero sabía que no iba a ser tan fácil… que le costaría
sufrir varios días hasta que la herida se fuese cerrando… y así poder volver a
casa y esperando que esos bultitos desapareciesen… muy bien sabia que desaparecerían
si dejaba de sufrir.
Se sentó en un columpio que había junto al lago y comenzó a
mecerse… arriba y abajo… balancearse como un barquito… la brisita que le producía
el vaivén, le aliviaba el dolor de la cara. Se quedo quieta por un instante,
mirando el agua del lago… y puso atención, le había parecido oír un susurro… “ven,
ven, ven”… se levanto del columpio y se acerco a la orilla, pero las voces habían
desaparecido. Volvió a la casita e intento acostarse sobre cojines mullidos
para poder paliar un poco el dolor.
A la mañana siguiente, se preparo un té y salió al porche a
tomarlo. El sol le hacía mucho daño, no se atrevía a mirarse en el espejo y
apenas tenía tacto debido a los bultos de las manos, blancos, casi
transparentes, observando ojitos diminutos dentro de cada bultito.
Tomo su té y se fue a la orilla del lago… volviendo a ser atraída
por las voces… “ven, ven, ven”… se dio la vuelta y todo lo rápido que pudo,
entro en casa y cerró la puerta. No sabe las horas que estuvo tras la puerta
con el vaso del té vacio, en la mano, con la mirada perdida al frente… Miró por
la ventana cuando salió de su ensimismamiento, y vio que se había hecho de
noche.
Las voces volvieron… “ven, ven, ven”… y su aspecto ya no podía
ser más atroz… apenas podía caminar… ya poco le importaban los bulto, ni los
ojitos, ni el lago… su dolor había tocado fondo… se quito la ropa y se fue
lentamente, casi arrastrándose, al lago. Cuando llego a la orilla, se adentro
en el. Había luna llena y se reflejaba en el agua, haciendo un espejo casi
perfecto con el cielo… cada estrella, cada nube, podía verlas y tocarlas con
las manos… desapareciendo entre las ondas que hacía con sus manos hinchadas.
Se metió a bucear todo lo profundo que pudo… allí abajo se
estaba muy bien, era relajante, ensordecedor, alucinante… De repente vio como
de sus manos iban desapareciendo los bultos… Se tocó la cara y vio como se le
iba alisando… una alegría atroz la invadió y salió a la superficie. Lo que vio
en ese momento y la sensación que le produjo no lo podría expresar con palabras.
El lago estaba lleno de cabezas blancas, en forma de bombilla… con dos grandes
ojos, que en cuanto ella salió del agua, se volvieron a mirarla fijamente. Ella
estaba atemorizada, no sabía qué hacer… y comenzó a nadar suavemente hacia la
orilla. De repente, las cabezas blancas, le dejaron paso y se abrieron,
formando un camino… sin dejar de mirarla fijamente. Cuando llego a la orilla,
las cabezas se sumergieron suavemente y desaparecieron dentro del lago.
Ella corrió al espejo y vio que todos sus bultitos habían desaparecido…
nerviosa, tomo sus maletas y su coche… y se dispuso a salir de la casita del
lago. Ya habían desaparecido los pensamientos incontrolables de su cabeza… su
herida estaba cerrada… su amor por él se torno en amor infinito a la vida y a
las pequeñas cosas… y fue feliz para siempre… y pensando que el dolor es
horroroso cuando se deja ver.
Ay k agonia por favor..menos mal que al final todo tiene su explicacion.
ResponderEliminarUn beso coni
Caco
Bonita historia Coni , un poco inquietante pero eso la hace mas adictiva para llegar a leer hasta el final. Miles de besos!! ( Valle )
ResponderEliminarQue triste, pero de todo se sale.
ResponderEliminarSeguramente, cuando se tiene tanto dolor, es irremediable eludir ese solitario y profundo lago porque te atrae y cuando estás en lo más profundo, no te deja pensar. So sólo lo he visto de leños y aún así me atraía. Entonces mi mente me transportaba a una playa concurrida rodeado de la familia. Me ha gustado mucho. Un beso!.
ResponderEliminarCorrigemelo. Gracias Coni. Un besico!
ResponderEliminarConi, me había olvidado de algo tan importante como las pequeñas cosas y la familia. Son los amigos, los que le hacen a uno sentir bien, en la playa o fuera de ella. Otro beso!
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