Un paseo con Rocío

Las piedras nos saludan y nos enseñan sus sonrisas más grandes, los arboles se visten de azul y verde pistacho y se inclinan al pasar… y nos dan los buenos días. Los pájaros se posan en nuestras cabezas y nos preguntan que qué canción queremos escuchar y los bancos de madera se tornan calentitos y acogedores para que nos sentemos.

El cielo se vuelve rosa fucsia y las nubes amarillo limón… los aviones que lo surcan, escriben con humo… “que tengáis un gran día” y las mariposas se ponen calentadores y tutus para bailarnos el vals del emperador. Caminamos sobre nubes de caramelo, y piruletas enormes nos acompañan en nuestro paseo… las verjas de las casas se vuelven de regaliz blandito, por si nos acercamos a ellas, percibir el suave aroma y no dañarnos con el frio hierro… Las orugas bailan la samba en la acera y cantan al unísono… y la sonrisa de Rocío, hace crecer el más bello y grande de los arcoíris. Todo eso pasa al pasear con Rocío.

Los coches se vuelven de manzana de azúcar y el tranvía de gominola de fresa. Los carteles son de vainilla y los anuncios nos hablan, al igual que los aviones… “que tengáis un gran día”.

Tu mantita es de pétalos de margarita y cuando te la pongo por los pies, saltan al suelo las más brillantes virutas de polvillo de hada… y las hormigas las recogen para iluminar sus casitas. La vida se torna agua cristalina  y el agua cristalina se torna zumo de arándanos rojos… y todo es fantástico y todo es transparente.

Pasear con Rocío es asomarse a la ternura. Mirar su sonrisa es ver el cielo y cogerla en los brazos es acariciar el mundo hecho un cuento de hadas. Gracias  bebé Rocío por dejarme pasear contigo.