Cuando iba al “cole”, la maestra siempre me preguntaba la lección
a primera hora de la mañana….”Coni Ailan, en pié” y entonces empezaba a hacerme
preguntas sobre el tema en cuestión. Yo, casi nunca me la sabia….”Seño, es que
no he podido estudiar”…y la seño se ponía las gafas por encima de la punta de
la nariz y me preguntaba muy fruncida ella….”¿y se puede saber, señorita Coni, ¿Por
qué no ha estudiado la lección?”….y yo, toda apurada, le contestaba…..”pues
Seño, es que se le ha perdido el morado al arcoíris y mi madre me envió a
buscarlo…y, claro, he estado ocupada en eso”….Me ponía la mano en la boca y me
reía por lo bajini….Otro día le decía….”Seño, es que he tenido que ir a dar de
comer a mi llama”….otro le decía…”Seño, es que he tenido que sostener el
campanario de la iglesia, que el cura me lo ha pedido porque se estaba cayendo”…pero
ya de tanto poner excusas, que, ¡oiga! eran bastante creíbles, yo no sé por qué
la Seño se echaba las manos a la cabeza…..la Seño, se canso y me envió al
cuarto oscuro.
El cuarto oscuro, era el más oscuro de todos los cuartos,
solo tenía una rendija por donde entraba un poquito la luz….y ahí me sentaba en
el suelo. El cuarto era inmenso, ¡grandísimo! Y sobre todo “acojonador” porque ahí
guardaban los muñecos de los “gigantes y cabezudos” de las fiestas del pueblo….por
eso, cuando la Seño me encerraba y yo la oía alejarse con el ruido de las
enormes llaves, me ponía a llorar como una fuente y a mirar por todos lados
esperando que me atacase un cabezón de esos.
Mi amigo Juan Antonio, en la hora del recreo, se sentaba por
la parte de fuera de la sala y me hablaba….”Coni, no tengas miedo, que estoy aquí”….hasta
que un día lo pillo la “Seño” y le dijo que como lo viese otra vez ahí haciéndome
compañía, lo castigaría a él también, pero con dos garbanzos en las rodillas….porque
no os penséis que me castigaban de uvas a peras, no, ….me castigaban un día sí
y otro también.
Uno de esos días en los que más miedo tenia, mirando a mi
alrededor y viendo como la rendija iluminaba la grotesca sonrisa de uno de los
cabezudos….y con los mocos cara abajo de llorar, oigo un “ras ras ras” por
debajo de la enorme puerta. ¡Era un ratoncito que llevaba atada a su patita un
papelito que ponía…”Coni, no llores, que estoy cerca” y lo firmaba Juan
Antonio.
Mi alegría era tal, que le di un besito al ratoncito y le
puse de nombre “was” porque yo oía como Juan Antonio, le decía al ratoncito
cuando le ponía el papel….”¡wasap, wapap, andando, tira “palante”! Y por eso le
llame “Was”….y así logramos comunicarnos día tras día y castigo tras castigo
sin que la Seño se diese cuenta….con el ¡Wasap!...¡y sin costarnos un duro,
oiga!
¡A ver qué tiene que envidiarle el ratoncito Wasap al Wasap
de hoy en día!....pues nada….y era igual de rápido y de “apañao”. Fue mi primer Wasap y el último, porque ni tengo ni quiero.
Genial mi querida Coni...ya esta todo inventado por mucho que los americanos quieran sorprendernos...me quito el sombrero ante el ratoncito por solidario....te quiero Coni
ResponderEliminarPORRI
Qué bonico el ratoncico! jajajajaja "wasap! wasap!" Me encanta! jejejejeje
ResponderEliminarJAJAJAJAJAJAJAJAJA!¡!¡!¡
ResponderEliminarCuando vi tu foto de niña, además de bonita, (a las cosas por su nombre) reflejaba una mirada de pillina. Al leer he visto que estaba en lo cierto. Que ocurrencias!. La moraleja de esta historia para mí sería: siempre hay alguien que está contigo, que te sigue y no te deja. Lo del wasap, yo era reacio a utilizarlo pero gracias a él me comunico con personas maravillosas que hacen sentirme acompañado, y es recíproco. Un beso Coni!.
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