Y me despierto y son las siete de la mañana, aún tengo sueño pero no me quiero perder asomarme al balcón y sentir que el mundo, a esas horas, es mío porque todos duermen, al menos en esta parte del planeta… me preparo un café y me siento en la terracita. Se para un gorrión en la barandilla, y me mira. Me quedo muy quieta, no me atrevo ni a mover la taza, pero la cojo y el gorrión sigue ahí y le hablo. Me sigue mirando y se sube en la mesa. “¡qué mal no tener una miguita de pan a mano!”. Me levanto suavemente de la silla y voy a la cocina. Vuelvo pero el gorrión se ha marchado. Voy a sentarme y ¡susto!, el gorrión está en la silla. Le dejo las migas de pan y no huye, se las picotea. Me siento en la silla de enfrente muy despacio y el gorrión sigue ahí picoteando. Se sube encima de la mesa y me mira y yo lo miro. Tuerce la cabeza y veo que quiere más pan, lo llevo en la mano y le desmenuzo más migas y se las dejo encima de la mesa. Me vuelve a mirar y yo no le quito la v
Si te identificas con alguna de estas historias, es porque todos estamos conectados.